EL EXTRAÑO ANILLO DE POR AQUÍ
(Marta Finque y Andrea García)
Una noche de domingo una chica llamada María fue a una discoteca de Zaragoza y a media noche decidió irse a su casa. Tenía que pasar por un callejón muy oscuro y muy largo. Ella tenía prisa por llegar a casa porque iba sola y hacía mucho aire, como si fuese a llover. Después de un rato caminando por el largo callejón comenzó a llover. La muchacha se paró debajo de un toldo a esperar que parase. Más tarde llegó un hombre con una moto y se detuvo delante de ella, le preguntó que si quería que la llevase a su casa y la inocente no se negó porque iba bebida y además empezaba a lloviznar.
María, sin sospechar nada, subió a la moto sin casco porque el hombre no llevaba más que el suyo. Cuando vio que no se dirigía hacia su casa, le preguntó inquieta que a dónde la llevaba mas el desconocido no le contestó, sólo en voz baja musitó que no se preocupase, que ya llegaban, que ese camino era el más corto.
A María le entró un sopor que no podía con sus párpados, se durmió, iba muy bebida. Finalmente llegaron a una casa rural que estaba situada en medio del monte, incomunicada. Detuvo su moto, la cogió en brazos, pesaba bastante, pero pudo llevarla hasta el dormitorio y la acostó. Él se cambió y se durmió a su lado.
A la mañana siguiente, María se despertó y se encontró confusa, en un lugar extraño y con un hombre extraño a su lado durmiendo. María no sabia qué hacer. Al final decidió ponerse los zapatos y salir sin hacer ningún ruido, puso la mano en el tocador y se cayó un anillo que allí estaba. Ella se lo puso y el anillo sorprendentemente comenzó a cantar “voy por aquí, voy por allá,...”. La chica, asombrada, se lo intentó sacar pero no podía. El hombre siniestro se despertó y le dijo que cómo intentara escapar, la mataría. Ella estaba muy asustada y le obedeció durante unos días, le hacía la cama, le preparaba el desayuno, la comida, la cena, le planchaba la ropa,... En definitiva, todas las tareas de la casa y nunca la dejaba salir, tan sólo cerca del río y vigilada por él. Intentó escapar varias veces por diferentes sitios pero el hombre siempre la atrapaba porque el anillo se ponía a cantar, él lo escuchaba y corría hacía ella para que no se escapase.
Un día María intentó robarle el móvil, se despertó a las cuatro de la madrugada y comenzó a buscarlo, no lo encontraba, buscó por todas partes. Miró en el bolsillo del pantalón cuidadosamente y lo encontró, marcó el número de sus padres, él la escuchó y le quitó el móvil. Para castigarla, le cortó un dedo.
Pasaron dos meses y la muchacha, harta de todo, le sugirió de ir a recoger la cocina, abrió la ventana y se intentó escapar pero el infeliz la agarró, ella le clavó un cuchillo en el hombro y quedó herido en el suelo. María con las prisas se tropezó y cayó por la ventana desde el segundo piso. Al cabo de unos minutos el hombre corre para ver si le había pasado algo y al ver que estaba muerta, la tira al río y siguió viviendo como si nunca hubiera pasado nada. A María nunca la encontraron.
Y aquí se acabó el cuento con pan y pimiento.
pasar por un callejón muy oscuro y muy largo. Ella tenía prisa por llegar a casa porque iba sola y hacía mucho aire, como si fuese a llover. Después de un rato caminando por el largo callejón comenzó a llover. La muchacha se paró debajo de un toldo a esperar que parase. Más tarde llegó un hombre con una moto y se detuvo delante de ella, le preguntó que si quería que la llevase a su casa y la inocente no se negó porque iba bebida y además empezaba a lloviznar.
María, sin sospechar nada, subió a la moto sin casco porque el hombre no llevaba más que el suyo. Cuando vio que no se dirigía hacía en dirigía hacia su casa, le preguntó inquieta hacía dónde la llevaba mas el desconocido no le contestó, sólo en voz baja musitó que no se preocupase, que ya llegaban, que ese camino era el más corto.
A María le entró un sopor que no podía con sus párpados, se durmió, iba muy bebida. Finalmente llegaron a una casa rural que estaba situada en medio del monte, incomunicada. Detuvo su moto, la cogió en brazos, pesaba bastante, pero pudo llevarla hasta el dormitorio y la acostó. Él se cambió y se durmió a su lado.
A la mañana siguiente, María se despertó y se encontró confusa, en un lugar extraño y con un hombre extraño a su lado durmiendo. María no sabia qué hacer. Al final decidió ponerse los zapatos y salir sin hacer ningún ruido, puso la mano en el tocador y se cayó un anillo que allí estaba. Ella se lo puso y el anillo sorprendentemente comenzó a cantar “voy por aquí, voy por allá,...”. La chica, asombrada, se lo intentó sacar pero no podía. El hombre siniestro se despertó y le dijo que cómo intentara escapar, la mataría. Ella estaba muy asustada y le obedeció durante unos días, le hacía la cama, le preparaba el desayuno, la comida, la cena, le planchaba la ropa,... En definitiva, todas las tareas de la casa y nunca la dejaba salir, tan sólo cerca del río y vigilada por él. Intentó escapar varias veces por diferentes sitios pero el hombre siempre la atrapaba porque el anillo se ponía a cantar, él lo escuchaba y corría hacía ella para que no se escapase.
Un día María intentó robarle el móvil, se despertó a las cuatro de la madrugada y comenzó a buscarlo, no lo encontraba, buscó por todas partes. Miró en el bolsillo del pantalón cuidadosamente y lo encontró, marcó el número de sus padres, él la escuchó y le quitó el móvil. Para castigarla, le cortó un dedo.
Pasaron dos meses y la muchacha, harta de todo, le sugirió de ir a recoger la cocina, abrió la ventana y se intentó escapar pero el infeliz la agarró, ella le clavó un cuchillo en el hombro y quedó herido en el suelo. María con las prisas se tropezó y cayó por la ventana desde el segundo piso. Al cabo de unos minutos el hombre corre para ver si le había pasado algo y al ver que estaba muerta, la tira al río y siguió viviendo como si nunca hubiera pasado nada. A María nunca la encontraron.
Y aquí se acabó el cuento con pan y pimiento.
